Fidelidad y Redención: Moisés y Cristo en la Historia de la Salvación

 






Lectura Bíblica del 18 de Marzo

Hoy concluimos el libro de Deuteronomio, cerrando así el capítulo final de la vida de Moisés, el gran líder y profeta de Israel. En Deuteronomio 32-34, encontramos el cántico de Moisés, una alabanza que exalta la justicia y fidelidad de Dios, seguida de su bendición sobre las tribus de Israel y su partida a la presencia del Señor. Moisés guió al pueblo por el desierto, pero no pudo entrar en la tierra prometida; sin embargo, su legado permanece como un testimonio de obediencia, fe y mansedumbre.

En el Evangelio de Marcos 15:26-47, nos adentramos en el doloroso relato de la crucifixión y muerte de Jesús. Su sacrificio es el cumplimiento de la Ley y los profetas, y en su entrega encontramos la más grande manifestación de amor y redención. Estas lecturas nos invitan a reflexionar con un corazón humilde, reconociendo la fidelidad de Dios y el profundo amor de Cristo en la cruz.


Oración por los Niños y Jóvenes

Padre celestial,

En este día, elevamos una oración especial por los niños y jóvenes de nuestro tiempo. En un mundo lleno de distracciones y desafíos, te pedimos que los guardes bajo Tu protección y les concedas corazones sensibles a Tu voz.

Señor, así como guiaste a Moisés y le diste sabiduría para instruir a Tu pueblo, te rogamos que derrames Tu sabiduría sobre nuestros niños y jóvenes. Ilumina sus mentes con Tu verdad y dirige sus pasos con Tu amor.

Oramos por aquellos que enfrentan o enfrentarán dificultades, que luchan con el miedo, la inseguridad o la soledad. Sé su refugio y fortaleza. Ayúdalos a encontrar en Ti su identidad y propósito.

Jesús entregó Su vida en la cruz para darles salvación. Que cada niño y joven pueda conocer Su sacrificio y abrazar la vida eterna que Él ofrece. Que sus corazones ardan con el deseo de seguirte y vivir conforme a Tu voluntad.

Bendícelos con buenos mentores, maestros y familias que los guíen en el camino de la fe. Que como generación sean luz en medio de la oscuridad, llevando esperanza y amor a quienes los rodean.

En el nombre de Jesús, Amén.


Deuteronomio 32, 33 y 34

El cierre del libro de Deuteronomio nos deja una enseñanza profunda sobre la fidelidad de Dios, la importancia de la obediencia y el papel de Moisés como siervo del Señor.

El Cántico de Moisés (Deuteronomio 32)

Moisés proclama un cántico profético que exalta la grandeza de Dios y advierte al pueblo sobre las consecuencias de alejarse de Su voluntad. Este cántico resalta la justicia y fidelidad del Señor, quien es la Roca inmutable, pero también advierte sobre el juicio divino si el pueblo se aparta de Él. Aun así, Dios, en Su misericordia, promete restauración para aquellos que se vuelvan a Él.

La Bendición de Moisés a las Tribus (Deuteronomio 33)

Antes de su partida, Moisés pronuncia una bendición sobre cada tribu de Israel. Estas palabras proféticas reflejan la provisión y el propósito divino para cada tribu en la tierra prometida. Moisés resalta la protección y soberanía de Dios sobre Su pueblo, asegurando que Israel será sustentado y guiado por Él.

La Muerte de Moisés y el Liderazgo de Josué (Deuteronomio 34)

En el último capítulo, Moisés asciende al Monte Nebo, donde Dios le permite ver la tierra prometida, aunque no le es permitido entrar en ella. Allí, Moisés muere, y el Señor mismo lo sepulta en un lugar desconocido. Moisés fue un profeta sin igual, que habló cara a cara con Dios y realizó grandes prodigios en Su nombre. Con su muerte, el liderazgo es transferido a Josué, quien guiará al pueblo en la conquista de la tierra prometida.

Reflexión Final

Deuteronomio cierra con un mensaje claro: Dios es fiel a Sus promesas, pero también demanda obediencia y santidad de Su pueblo. Moisés dejó un testimonio de mansedumbre, liderazgo y fidelidad a Dios, que continúa siendo un ejemplo para nuestra fe. Él nos enseñó que lo más importante no es nuestra voluntad, sino cumplir con el propósito divino.


Marcos 15:26-47

Este pasaje nos narra uno de los momentos más impactantes de la historia: la crucifixión y muerte de Jesús.

El Sacrificio Supremo de Jesús (Marcos 15:26-39)

Jesús es crucificado con una inscripción sobre Su cabeza: "El Rey de los Judíos". Aunque fue ridiculizado, en realidad estaba cumpliendo Su papel como el verdadero Rey y Salvador. En medio del sufrimiento, soporta el escarnio de los líderes religiosos y de quienes presenciaban Su muerte.

A las tres de la tarde, Jesús clama: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (v. 34), haciendo referencia al Salmo 22. Luego, tras un fuerte clamor, entrega Su espíritu. En ese instante, el velo del templo se rasga en dos, simbolizando que el acceso a Dios ya no está restringido. Ahora, a través de Cristo, todos podemos acercarnos al Padre.

El Testimonio del Centurión (Marcos 15:39)

Un soldado romano, testigo de los eventos, declara: "Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios." Esto demuestra que incluso un extranjero y opositor reconoce la divinidad de Jesús en Su muerte.

El Sepelio de Jesús (Marcos 15:40-47)

José de Arimatea, un hombre piadoso y miembro del Sanedrín, valientemente pide el cuerpo de Jesús a Pilato para darle una sepultura digna. María Magdalena y otras mujeres observan dónde es colocado, asegurando así que el cuerpo no haya sido robado, lo cual será clave en el relato de la resurrección.

Reflexión Final

La muerte de Jesús no fue un evento trágico sin propósito, sino el cumplimiento del plan redentor de Dios. La cruz nos recuerda el precio de nuestro pecado, pero también el infinito amor del Padre.


Oración Final

Padre Celestial,

Te entrego mi vida entera en Tus manos y hoy confieso ante Ti que Jesús es mi Señor y mi Salvador, y creo con todo mi corazón que Tú lo levantaste de los muertos para darme la salvación y la vida eterna.

Te pido que entres en mi vida, que limpies mi corazón y me hagas una nueva creación en Cristo.

Señor, me arrepiento de mis pecados y decido apartarme de ellos. Ayúdame a caminar en obediencia a Tu Palabra y a vivir cada día para Ti. Lléname con Tu Espíritu Santo, fortaléceme en la fe y guíame por el camino de la vida eterna.

Gracias por Tu amor, por Tu gracia y por el regalo de la salvación. Desde hoy, me entrego completamente a Ti.

En el nombre de Jesús, Amén.

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