Devocional del 21 de Junio
Lectura en el Antiguo Testamento: Nehemías 4–6
Lectura en el Nuevo Testamento: Hechos 2:22–47
¿Por qué es importante leer tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento?
Muchos cristianos se preguntan esto. Algunos prefieren quedarse solo con los Salmos o los Evangelios, buscando consuelo en los pasajes más conocidos o que les resultan más agradables. Sin embargo, limitarse a unas pocas secciones de la Biblia es perderse la riqueza completa del mensaje de Dios.
El Antiguo Testamento nos revela la historia de la creación, la realidad de la caída humana y el profundo anhelo del ser humano por restaurar la comunión con Dios. Nos muestra cómo, generación tras generación, el hombre por sí mismo no logra salvarse ni vivir conforme al propósito divino. Pero también, en sus páginas, se revela un Dios fiel, paciente y lleno de amor, que nunca se da por vencido con su pueblo.
El Nuevo Testamento, por su parte, nos presenta el cumplimiento de esa promesa: Dios mismo vino a buscarnos en la persona de Jesucristo. Nos enseña que la salvación no viene de nosotros, sino que es un regalo por medio de Jesús, su muerte y su resurrección. Ahí encontramos la respuesta a las preguntas, los vacíos y las esperanzas que se gestan en las historias del Antiguo Testamento.
Leer toda la Biblia, de principio a fin, nos ayuda a entender el gran cuadro de la redención, a ver cómo todo apunta a Cristo y a recibir el consejo completo de Dios para nuestra vida. Dios no es a nuestra manera; no se acomoda a nuestros gustos ni preferencias. Más bien, nosotros fuimos creados a su imagen y llamados a ser transformados por su Palabra en todas sus dimensiones.
Por eso, al abrir la Biblia, pidamos a Dios un corazón dispuesto a aprender, no solo lo que nos agrada, sino todo lo que Él quiere revelarnos. Así podremos conocerle más, amarle más y vivir conforme a su voluntad.
Oración antes de la lectura
Padre amado,
gracias porque al leer tu Palabra puedo descubrir cada día más tus maravillas. Reconozco que mi entendimiento es pequeño, pero esa pizca de discernimiento que tú me das es para mí un tesoro enorme y suficiente.
Te ruego que cada día crezca más en mí la sabiduría y la sensibilidad para comprender tu voluntad, y que pueda ayudar a las personas que tú pongas en mi camino a acercarse más a ti, a través de estos devocionales que escribo.
Este deseo de servirte nació de una necesidad profunda en mi corazón, y te pido que sigas guiándome para hacerlo de una manera que sea agradable a ti.
En el nombre de mi Señor y Salvador, Cristo Jesús, amén.
Nehemías 4
En Nehemías 4 vemos cómo, al decidir obedecer a Dios y trabajar en Su obra, surgen siempre opositores. Sanbalat y Tobías se burlaron, intentaron desanimar y hasta conspiraron contra los que edificaban el muro de Jerusalén. Minimizaron su esfuerzo, diciendo que hasta una zorra podría derribar lo que estaban construyendo. Sin embargo, el pueblo de Dios no cayó en la provocación. No respondieron con insultos ni con discusiones. En vez de eso, clamaron a Dios en oración y continuaron su labor con mayor determinación.
La oposición se intensificó: los enemigos planearon atacar para detener la obra. Pero nuevamente, no respondieron con miedo ni con palabras vacías; pusieron su confianza en Dios y se prepararon para cualquier adversidad. Oraron, tomaron precauciones y continuaron edificando, ahora con una mano en la herramienta y otra en la espada, listos para defenderse si era necesario.
El resultado fue que, al ver su determinación y confianza en Dios, los enemigos se intimidaron y se retiraron. El pueblo reconoció que la obra era grande, y cada quien siguió trabajando en el lugar que le correspondía, con la convicción de que Dios pelearía por ellos.
Aplicación para hoy:
Siempre habrá quienes se molesten, critiquen o se opongan cuando decides servir a Dios o trabajar en el lugar donde Él te ha puesto. No te dejes intimidar ni desanimar. Cuando surja la burla, la crítica o la conspiración, sigue el ejemplo de Nehemías: ora a Dios, mantente enfocado en tu tarea y toma las medidas necesarias, pero no detengas la obra. Dios es quien pelea por ti y quien da la victoria.
Frase clave:
No respondas a la provocación; responde en oración y sigue construyendo lo que Dios te encargó. Él es tu defensor y tu fuerza.
Nehemías 5
En medio del arduo trabajo de reconstrucción, Nehemías enfrenta un problema diferente: ahora la amenaza viene desde dentro del pueblo. Los judíos más pobres estaban siendo oprimidos por sus propios hermanos, que les cobraban intereses altos, les quitaban sus tierras y hasta tomaban a sus hijos como esclavos para pagar deudas.
Al escuchar el clamor del pueblo, Nehemías se indignó, pero no reaccionó impulsivamente. Primero reflexionó, y luego confrontó a los nobles y gobernantes, recordándoles que no era correcto actuar así entre hermanos. Les llamó a dejar de exigir intereses y a devolver lo que habían tomado injustamente. Los líderes, convencidos y confrontados por la verdad, aceptaron corregir su conducta y devolver todo lo que habían tomado.
Nehemías no solo lideró con palabras, sino con el ejemplo. Renunció a privilegios y no cargó al pueblo con cargas innecesarias, sino que sirvió con generosidad y temor de Dios.
Aplicación para hoy:
A veces, los obstáculos más difíciles no son los ataques externos, sino las injusticias y divisiones internas. Servir a Dios implica cuidar también cómo tratamos a los que nos rodean. No puede haber verdadera obra de Dios donde hay abuso, egoísmo o indiferencia hacia las necesidades de los demás. La justicia, la empatía y el temor de Dios deben guiar nuestras relaciones, especialmente dentro del pueblo de Dios.
Si Dios te pone en una posición de influencia, úsala para defender a los que no pueden defenderse y para dar el ejemplo, no para aprovecharte de otros. Así la obra de Dios avanza con integridad.
Frase clave:
La verdadera obra de Dios se edifica con justicia, generosidad y temor de Dios, no solo con ladrillos y esfuerzo.
Nehemías 6
En Nehemías 6, la reconstrucción del muro llega a su etapa final, pero la oposición de los enemigos no cesa. Sanbalat, Tobías y sus aliados intentan de todo para detener la obra: buscan distraer a Nehemías con invitaciones engañosas, lo acusan falsamente y hasta sobornan a profetas del propio pueblo para sembrar miedo y desconfianza.
Sin embargo, Nehemías permanece firme. No se deja manipular ni intimidar, porque tiene una vida de oración y comunión constante con Dios. Cuando recibe amenazas o rumores, no responde con pánico, sino con discernimiento y verdad. En el versículo 8, responde claramente a la mentira: “Nada de eso es cierto; tú lo estás inventando.” Y en el versículo 12, reconoce que ciertos mensajes y profecías no vienen de Dios, sino que han sido comprados por el enemigo para detenerlo.
La clave en todo el capítulo es la sensibilidad de Nehemías a la voz de Dios. Su discernimiento no viene de sí mismo, sino de la comunión profunda que mantiene con el Señor. Por eso no cae en trampas ni es movido por el miedo, sino que sigue trabajando con confianza y humildad. Al final, el muro se termina en solo 52 días—a pesar de toda la oposición—y los enemigos quedan atemorizados, reconociendo que esa obra solo pudo lograrse con la ayuda de Dios.
Nehemías es ejemplo de alguien que confía en Dios antes, durante y después de la victoria. Reconoce que cada logro no es resultado de su fuerza o inteligencia, sino del poder y la gracia de Dios. Evita caer en el orgullo y mantiene una fe humilde y dependiente.
Aplicación para hoy:
Siempre habrá quienes intenten desanimarte o distraerte de la obra que Dios te encomendó. No te dejes atrapar por el miedo, la manipulación o la mentira. Busca a Dios en oración, pídele discernimiento y mantente fiel. Recuerda que todo logro, todo avance, es por Su poder, no por el tuyo. Permanece humilde y reconoce que, si la obra avanza, es porque Dios está contigo.
Frase clave:
El discernimiento, la humildad y la comunión con Dios son la defensa más poderosa contra las trampas del enemigo. El éxito en la obra de Dios siempre apunta a Su gloria, no a la nuestra.
Hechos 2:22–47
En este pasaje, Pedro, lleno del Espíritu Santo, se levanta ante la multitud y les explica el mensaje central del Evangelio. Comienza recordando cómo David, el gran rey de Israel, no solo gobernó, sino que también fue profeta. Siglos antes, David habló por inspiración del Espíritu Santo sobre la resurrección del Mesías, diciendo que su alma no sería dejada en el Hades ni su cuerpo vería corrupción. Esta profecía se cumplió perfectamente en Jesús: Él murió, pero no permaneció en la tumba, sino que Dios lo resucitó.
Pedro entonces declara con firmeza: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” Al escuchar estas palabras, muchos de los presentes—algunos de los cuales habían estado de acuerdo con la crucifixión de Jesús—se sintieron profundamente conmovidos y preguntaron: “¿Qué haremos?”
La respuesta de Pedro es tan poderosa como sencilla:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (v.38)
Aquí se revela la profundidad de la gracia de Dios: aun aquellos que habían participado en el pecado más grande—crucificar al Hijo de Dios—reciben la oportunidad de arrepentirse y ser perdonados. Ningún pecado es tan grande que Dios no pueda perdonarlo cuando hay arrepentimiento sincero y fe en Jesús.
La enseñanza central es que la salvación y el perdón están al alcance de todos. Si Dios perdonó a los que crucificaron a su propio Hijo, ¡cuánto más a quienes hoy se acercan con un corazón arrepentido! El resultado de ese día fue maravilloso: tres mil personas creyeron, se bautizaron y comenzó una comunidad de fe que vivía en comunión, compartiendo, orando y creciendo juntos.
Aplicación para hoy:
No importa cuán grande sientas que ha sido tu pecado, si vienes a Dios con arrepentimiento, Él te perdona y te da una nueva vida en Cristo. No hay pasado tan oscuro que la luz de Jesús no pueda transformar. La iglesia nace y crece con personas redimidas, unidas por la gracia y el poder del Espíritu Santo.
Frase clave:
El amor y el perdón de Dios alcanzan aún al más pecador: no hay condena para el que se arrepiente y cree en Jesucristo.
Oración final
Señor amado,
gracias por tu Palabra que nos instruye, nos desafía y nos consuela. Gracias porque en cada página, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, descubrimos tu amor, tu justicia y tu poder para salvar.
Hoy te pedimos que nos ayudes a mantenernos firmes cuando enfrentemos oposición, a ser justos y compasivos con los que nos rodean, y a depender siempre de ti, sabiendo que la obra es tuya y que todo logro viene de tu mano.
Danos discernimiento para reconocer la verdad y humildad para no buscar la gloria para nosotros, sino para ti.
Y si hemos fallado, recuérdanos que en Cristo hay perdón y restauración para todos los que se acercan con un corazón arrepentido.
Haznos una comunidad viva, llena de tu Espíritu, que crece en fe, amor y servicio.
En el nombre de Jesús,
Amén.
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