“Sembrando Fe en Tierra Fértil: El Llamado a Cuidar a los Niños”

 

Devocional – 28 de Junio





Hoy deseo compartir una experiencia que marcó mi corazón y me invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como iglesia y como creyentes. Ayer, al participar en la Conferencia para Maestros de la Escuela Bíblica de Verano en la Iglesia Coreana, me sentí profundamente bendecida y retada por el mensaje central: a veces la iglesia se enfoca tanto en los adultos que olvida a los niños. Sin embargo, los niños son tierra fértil, son el presente y el futuro del Reino de Dios. Si no les damos un espacio real y amoroso, difícilmente querrán quedarse y crecer en la fe cuando sean adultos.

Esta vivencia me recordó el ejemplo de Jesús, quien llamaba a los niños, los bendecía y les daba un lugar especial a su lado. Hoy quiero que meditemos juntos sobre cómo podemos acercar más a los niños a Jesús, no solo en la iglesia, sino también en nuestros hogares y comunidades.


Oración Inicial

Señor Jesús, gracias por recordarnos que tu amor es para todos, y en especial para los más pequeños. Perdónanos si en algún momento hemos pasado por alto la importancia de cuidar, enseñar y guiar a los niños hacia tu presencia. Pon en nuestro corazón la pasión y la ternura necesarias para verlos como Tú los ves: valiosos, amados, con propósito y llamados a ser parte de tu Reino. Que podamos ser instrumentos de tu amor, sembrando en ellos una fe genuina que perdure toda la vida. Abre hoy nuestro entendimiento y nuestro corazón mientras meditamos en tu Palabra.  En tu nombre, Señor Amén.


Job 1-3

Job 1:
Job nos muestra el corazón de un padre que, aun en medio de la abundancia, no se olvida de lo más importante: la vida espiritual de sus hijos. Después de cada reunión familiar, Job oraba e intercedía por ellos, mostrando su verdadera riqueza: acercar a los suyos a Dios.
Hoy aprendemos que nuestra mayor herencia no es lo material, sino el ejemplo de fe, oración y amor que dejamos a los niños bajo nuestro cuidado.

Job 2:
En los momentos de dolor, la fe genuina se fortalece. Job, aun en la prueba y el sufrimiento, se mantuvo íntegro y fiel a Dios, aunque su entorno le animaba a rendirse.
Así también nosotros, como padres, maestros o líderes, estamos llamados a perseverar y a confiar en Dios, especialmente cuando los niños enfrentan desafíos. Nuestra integridad y confianza pueden ser un refugio y un ejemplo para ellos.

Job 3:
Job, sumido en la tristeza, se sincera y expresa su dolor. Dios no lo rechaza por sus sentimientos; al contrario, le permite desahogarse.
De aquí aprendemos a ser compasivos con los niños y jóvenes cuando atraviesan dificultades emocionales. Debemos escuchar, acompañar y guiarlos hacia Dios, enseñándoles que pueden acudir a Él en cualquier momento, con cualquier emoción.


Hechos 7:1–19

Esteban, lleno del Espíritu Santo, recuerda ante el concilio la historia de la fe: desde Abraham hasta Moisés. Nos muestra que Dios tiene un plan eterno y que cuida a sus hijos en cada generación, aun cuando las circunstancias parezcan adversas.
La historia de Abraham, José y Moisés nos recuerda que todos ellos alguna vez fueron niños, y que Dios los protegió, los guió y los usó para grandes propósitos.

Hoy, nuestra tarea es sembrar la fe en la siguiente generación. Aunque no veamos los resultados de inmediato, confiemos en que Dios es fiel y que Él está obrando en los corazones de los niños que cuidamos y enseñamos.


Aplicación

Todos podemos tener un niño en nuestra vida—un hijo, alumno, sobrino, nieto o vecino. Nuestro llamado es protegerlo, orar por él, enseñarlo y guiarlo al amor de Cristo. Así como los grandes personajes bíblicos fueron niños y Dios los protegió, nosotros también debemos cuidar a los niños desde la oración, el ejemplo, la enseñanza y el consejo.


Oración Final

Señor Jesús,
Hoy recordamos que todos los grandes hombres y mujeres de la Biblia alguna vez fueron niños, y Tú los protegiste, los formaste y los usaste para tus propósitos. Así también, cada uno de nosotros tiene a un niño en su vida—sea hijo, alumno, sobrino, nieto o vecino—por quien podemos orar, cuidar y enseñar.

Te pedimos, Espíritu Santo, que obres en nuestros corazones y en el corazón de ese niño que hoy traemos a nuestra mente. Te rogamos que cada palabra, cada enseñanza y cada ejemplo que demos sean usados por Ti para que ese niño llegue a conocerte, amarte y seguirte. Permítenos ser instrumentos de tu amor, paciencia y guía.

Ayúdanos a confiar y orar, creyendo que Tú ya estás obrando en su vida, aun cuando no veamos resultados inmediatos. Que el Evangelio de Jesucristo sea sembrado en su corazón, y que Tú les hables y los transformes desde pequeños.

Ahora, con los ojos cerrados, trae a nuestra mente el rostro de un niño que aún no conoce a Dios.
Señor, te lo entregamos en oración. Protégelo, guíalo y llévalo hacia Ti. Haznos sensibles a sus necesidades y ayúdanos a nunca pasar por alto la oportunidad de sembrar tu Palabra en su vida.

En el nombre de Jesús, amén.



Confía y Ora

Hoy quiero animarte a recordar que cada uno de nosotros puede ser un instrumento en las manos de Dios para impactar la vida de un niño. No importa si eres mamá, papá, abuelo, tía, vecino, maestro, líder o simplemente un amigo: tu ejemplo, tus palabras y tus oraciones pueden marcar la diferencia en el corazón de un niño.

Que el Espíritu Santo obre a través de ti para que los niños a tu alrededor lleguen a conocer, amar y seguir a Jesús. Que tu vida sea un reflejo del Evangelio, presentado de manera sencilla y real, para que ellos encuentren en ti una oportunidad de confiar en Dios.

Ora y confía en que el Espíritu Santo ya está trabajando en sus corazones. Mientras compartes la Palabra, das un consejo, escuchas, abrazas o simplemente acompañas, pide a Dios que Él hable a sus vidas y los transforme para siempre.

Que nuestra vida sea siempre una lección viva de fe y amor para las nuevas generaciones.


Que este devocional inspire a cada persona que cuida, enseña y ama a los niños a llevarlos a los pies de Jesús, con paciencia, fe y amor.

Bendición Final
Que el Señor te llene de sabiduría, ternura y pasión para sembrar fe en la vida de los niños. Que seas luz, refugio y guía para cada pequeño que cruce tu camino, y que el Espíritu Santo te dé palabras, paciencia y amor para ser un verdadero testimonio de Cristo.
¡Ánimo, tu labor deja huellas eternas!

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